jueves, 24 de noviembre de 2011

El reflejo

- Pero ¿por qué dices eso?
- Siempre estamos igual. Que si tu dices esto, yo digo lo otro. ¿Podemos de una vez por todas coincidir con algo?
- A ver, no te vayas por las ramas. Tenemos que llegar a una conclusión. ¡Pensemos!
- ¿Cómo coño vamos a pensar si estamos todo el día opinando cosas totalmente distintas?
- Es que... mira, dejémoslo estar. Que tenga lo que tenga que pasar y ya está. 

Decidido. 
Siempre acabo igual. Es mirarlo fijamente y me quedo en blanco durante unos milisegundos, la mirada se paraliza y cómo si fuera un gusano que va arrastrándose, empiezo poco a poco a moverme y a hablar. Aunque hay una parte  mi, que aún estar en movimiento se mantiene inmóvil. Hablo, hablo y sigo hablando hasta que llega un punto que vuelvo a centrar la mirada y finalizo pensando: estoy loca!
La historia suele repetirse varias veces al día y muy de vez en cuando, lo acabo viendo normal. Después me voy y me pongo a regar mi fresera con un cigarrillo entre el índice y el corazón. 
Estaba cansada, no quería salir de casa y no tenía ni tres céntimos, así que Joé y Adrienne decidieron venir al piso. Esta vez me sorprendieron más que la anterior visita improvisada. Esas noches eran las mejores, sin duda. Llegaron cargados de bolsas. Adrienne se encargaba de los vinilos y la cena y Joé del vino de Franprix. No era el mejor vino, y nosotros lo sabíamos, pero el efecto era el mismo.
Después de la cena, perdimos la cuenta de las botellas que habíamos bebido. Adrienne empezó a bombardearnos con vinilos de Louis Amstrong aunque también se deleitó con Ella Fitzgerald, Frank Sinatra y Billie Holiday.  
Lo que hacía especial esas veladas era cada uno de los momentos que compartíamos. Los tres teníamos nuestras manías psicóticas, pero eso era lo que nos diferenciaba. Joé nunca quería comer con cuchara, tenía un largo protocolo para preparar la mesa, solía hacer bromas que ningún individuo, excepto nosotros, entendía. Adrienne no podía salir de casa sin mirarse en cada uno de los espejos que abundaban su piso, era una verdadera melómana y aficionada al coleccionismo. Y yo… yo sólo era una loca. Podíamos mantener conversaciones de todo tipo de temas, nos gustaba hablar sobre todo, discutíamos, reíamos, chillábamos, cantábamos, fumábamos, bebíamos, bailábamos... Hacíamos todo lo que queríamos sin pensar en los demás. Nos daba igual si les podía molestar, lo único que queríamos era continuar haciendo lo que hacíamos. 

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